Discurso inaugural del Canciller Félix Plasencia del Congreso Mundial de los Pueblos por la Paz.

Excelentísimos Embajadores y Representantes del Cuerpo Diplomático acreditado en la República Bolivariana de Venezuela.

Excelentísimos Embajadores y Representantes del Cuerpo Diplomático acreditado en la República Bolivariana de Venezuela.

 

Honorables Representantes y miembros de las Organizaciones y Movimientos Sociales que nos acompañan hoy en este Congreso Mundial de los Pueblos por la Paz.

 

Honorables intelectuales, artistas, pensadores, defensores de los Derechos Humanos.

 

Todos fieles y consecuentes amigos de la Revolución Bolivariana y de todos los procesos políticos del mundo que abanderan las causas justas de los pueblos.

 

Muy buenos días,

 

Permítanme extenderles el más cordial saludo del pueblo y el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, liderado por el Presidente Nicolás Maduro Moros, quien los recibe con los brazos abiertos y les transmite el más sincero sentimiento de fraternidad y solidaridad desde la ciudad de Caracas, cuna de El Libertador, Simón Bolívar.

 

Compañeros, ante la terrible crisis histórica que vive la humanidad y el planeta, nos reunimos para debatir sobre la necesidad de mantener la paz, profundizar la garantía de los derechos políticos, económicos y sociales de la humanidad e impulsar propuestas para asegurar que el rumbo actual de nuestras sociedades esté orientado hacia el bienestar común y el desarrollo integral de los pueblos.

 

Nos acompañan hoy ustedes, quienes representan a cientos de organizaciones y movimientos sociales de todas las regiones del mundo, a quienes nos une el compromiso con el diálogo y la tolerancia en la diversidad.

 

Durante el transcurso de estos dos días, debatiremos sobre diversos temas que tratarán los siguientes ejes centrales:

 

  • “El camino es la paz, rechazando el intento por crear una nueva Guerra Fría”
  • “La democracia popular frente a la crisis multidimensional”

 

Asimismo, considerando que este congreso coincide con la importante conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos, llevaremos a cabo mesas de trabajo con la finalidad de analizar la utilización política de los derechos humanos como justificación para la desestabilización de los gobiernos populares en la región, temas como la judicialización de la política (lawfare) o los efectos de medidas coercitivas unilaterales sobre la migración y sobre la vida cotidiana de nuestros pueblos.

 

Este encuentro no busca sólo plantear las problemáticas que ya todos conocemos, sino también discutir sobre propuestas y soluciones.

 

Desde hace algunos meses, desde el ALBA-TCP se están trabajando propuestas de políticas y orientaciones que con miras a orientar a nuestras sociedades hacia una senda de desarrollo integral responsable e inclusivo.

 

Este encuentro se da en un momento muy oportuno. La reciente reunión de la COP26 en Glasgow nos ha recordado la gravedad de la crisis que vivimos en nuestra sociedad. Una crisis que el modelo dominante de acumulación de capital no tiene como resolver porque – diciéndolo de forma sencilla – no tiene otro planeta que pueda comprar. Se agotan nuestros recursos, se pone en peligro nuestra propia existencia y estamos llamados a cambiar el rumbo.

 

Coincide también nuestra reunión, con una mal llamada Cumbre de las Democracias – convocada por el gobierno de los Estados Unidos que, una vez más, demuestra su prepotencia al decidir que en un mundo de realidades y pensamientos tan diversos, puede convertirse en el único Estado juez que puede determinar qué es y qué no es una democracia; y peor aún, que puede decirle al resto del mundo cuál es el modelo de democracia que debe implementar.

 

Extraña democracia esa que a principios de año vio su propio sistema tambalear con la toma violenta y sin precedentes de su capitolio, pero que además violenta los principios de la Carta de las Naciones Unidas – que es el espacio más democrático que existe dentro de la comunidad internacional –. ¿Cómo puede considerarse democrático un país que impone sobre el 30% de las demás naciones del mundo medidas arbitrarias e ilegales para doblegar a los pueblos y forzar a los Estados a tener tal o cual comportamiento?

 

¿Qué valores democráticos justifican que un país como Bolivia, cuya población heroicamente rescató al gobierno de una dictadura violenta, no se considerada una democracia, pero sí lo sea un país como Israel, donde se está llevando a cabo una verdadera práctica de apartheid contra el pueblo palestino? ¿Qué valores democráticos justifican invitar a un hombre que, violando la Constitución, se autoproclama presidente de Venezuela y cuyo principal logro ha sido el robo de los activos que pertenecen al pueblo venezolano?

 

Lo cierto es que esa cumbre no está diseñada para hablar de democracia. Donde dicen derechos humanos, quieren decir derechos para que grandes intereses exploten los recursos de otros países; donde dicen corrupción, quieren decir el uso de procesos judiciales para perseguir gobiernos independientes; donde dicen democracia versus autoritarismo, quieren decir los que están conmigo o los que están contra mí.

 

Quienes verdaderamente creemos en la democracia y en los derechos humanos, quienes creemos en la humanidad y en la necesidad de proteger al planeta, sabemos que no podemos seguir dividiendo al mundo en tiempos cuando es necesaria una mayor cooperación y complementariedad entre los países. No podemos permitir que el mundo regrese a la terrible división de la Guerra Fría, que nos dejó un legado terrible de violencia, violación de derechos humanos y subdesarrollo.

 

Apostemos pues, desde este espacio, por la paz, por el diálogo, por la diplomacia – por la Diplomacia de los Pueblos – y por la verdadera garantía de una coexistencia armoniosa entre países y pueblos, basada en el respeto y en el interés común de vivir en paz.

 

Queda entonces inaugurado este Congreso Mundial de los Pueblos por la Paz