Discurso del Presidente Nicolás Maduro leído por el Canciller Carlos Faría en 77° Asamblea General de la ONU - MPPRE

Discurso del Presidente Nicolás Maduro leído por el Canciller Carlos Faría en 77° Asamblea General de la ONU

Un saludo de hermandad a los presidentes, jefes de gobierno y primeros ministros de los 193 países que conforman la Organización de las Naciones Unidas.

Del mismo modo saludamos al Secretario General Antonio Guterres, e igualmente al doctor Csaba Korosi, Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y demás autoridades presentes en esta 77° Asamblea General Anual, deseándoles todo el éxito en el desarrollo de este importante debate de ideas para la acción oportuna y colectiva, de cara a los problemas comunes.

Aprovecho el tiempo que nos corresponde hablar en este foro y en nombre de los 30 millones de venezolanos y venezolanas, para enviar una carta abierta a la humanidad, pues no creo que sea otra la destinataria ni otra la finalidad que dé sentido a las palabras de un gobernante del siglo XXI.

Sobre todo, en un momento tan crucial para el mundo cuando se necesita mayor protagonismo de los pueblos en crear alternativas para transformar la realidad, y es que nunca estuvimos tan conscientes de ser la comunidad, una y múltiple a la vez como en esta coyuntura que ha puesto en vilo aquello que compartimos y nos iguala: La vida.

Esta misiva sale del corazón de la República Bolivariana de Venezuela, un país del que muchos han oído hablar y del que, paradójicamente, poco se sabe en relación a su verdad política, su identidad histórica y su realidad concreta.

Ciertamente se ha tejido una perniciosa campaña mundial de descrédito y estigmatización contra nuestro pueblo, nuestras instituciones republicanas y contra nuestra revolución democrática, por el simple hecho de desafiar en las postrimerías del pasado siglo, al régimen de pensamiento único que se impuso al mundo bajo la máscara de la economía de mercado y la globalización neoliberal, un modelo que en nombre de la libertad se convirtió en la versión moderna de la colonización.

El objetivo de esta campaña contra Venezuela no es otro que el de crear las condiciones objetivas para asfixiar política y económicamente cualquier intento por crear alternativas a un sistema imperialista y depredador, como ha resultado ser el capitalismo en todas sus fases históricas; imponiendo su relato falso nos acusan de ser una dictadura y un estado fallido para ocultarle al mundo la verdad.

Durante las últimas dos décadas se han celebrado en mi país 29 elecciones libres que han ido defendiendo nuestro modelo social, económico, político al que hemos denominado: Socialismo bolivariano. Esta es la razón por la que hemos sido agredidos de múltiples maneras.

Deben saber los pueblos del mundo que a Venezuela se le han aplicado todos los manuales para desestabilizar su democracia. En lo político, el imperialismo viene empleando fallidamente e ilegal el método de cambio de régimen, han propiciado intentos de magnicidio, de invasión, han creado movimientos sediciosos contra la Constitución, y hasta han inventado un gobierno paralelo ficticio que rayó en lo ridículo.

En lo económico pocos saben que sobre este pequeño pero digno país, pesan 913 sanciones ilegales que, en resumidas cuentas, le impiden a mi pueblo vender y comprar lo que produce y necesita para el desarrollo y el goce de nuestra existencia individual y colectiva.

Esto se traduce en lo concreto en sufrimiento, en privaciones y agresiones sistemáticas que coartan la vida y los derechos colectivos de mi país, por lo que no dudamos en denunciar estas medidas crueles como crímenes de lesa humanidad.

Esta guerra económica, cuyas pérdidas para mi nación superan los 150 mil millones de dólares en los últimos años, se incrementó durante el período más grave de la pandemia mundial, imposibilitándonos comprar insumos médicos, medicinas y vacunas.

La estigmatización ha servido además a Europa y a los Estados Unidos de coartada para ejercer el expolio más descarado que se haya cometido contra nuestro patrimonio y activos en el exterior. Más de 31 toneladas de reservas de oro venezolano depositados en el banco de Inglaterra, calculadas en 1.300 millones de dólares se mantienen secuestradas. El robo de la empresa Citgo Petroleum Corporation valorada en más de 30 mil millones de dólares en febrero de 2019 es otro ejemplo que se suma a la más de 10 mil millones de dólares de depósitos y fondos venezolanos en bancos extranjeros bloqueados ilegalmente.

Pero estas sanciones ilegales jamás han podido torcer la voluntad de un pueblo, sino que la afianzan del mismo modo en que se fortalece la conciencia y la determinación a ser libres. Tampoco nos han desviado de nuestro camino hacia la justicia social. Aún en las peores circunstancias nuestro modelo protege y prioriza al ser humano en sus derechos sociales, el acceso a la vivienda, a la educación, a la salud, al trabajo y a la cultura.

Este acto de piratería contra nuestra patria sin embargo ha dejado heridas profundas en la sociedad, entre ellas la migración inducida de la cual hacen alarde los medios de comunicación con fines políticos y propagandísticos, quienes lo han propiciado y aupado con promesas falsas y bloqueo de sus condiciones de vida. Nada se dice acerca del 60% de la población venezolana que emigró que ha retornado voluntariamente al país, huyendo de las condiciones de esclavitud y explotación, así como de los malos tratos y la persecución de la que son objetos en muchos países del mundo.

También se le oculta el mundo que el Estado venezolano es el único que dispone de una política de repatriación a través de su aerolínea Conviasa, que es permanentemente boicoteada por las sanciones ilegales. Preguntamos a los organismos multilaterales ¿Dónde ha ido a parar los millonarios recursos supuestamente destinados a apoyar a los migrantes venezolanos? Sería útil una rendición de cuentas para despejar las opacidades con las que se ha llevado a cabo tales asignaciones.

Del mismo modo, exigimos a los organismos multilaterales, garantizar los derechos de todos los migrantes del mundo. Lo hacemos con la autoridad moral de ser un país que por más de 100 años ha sido receptor de buenas prácticas hacia la población migrante.

En este orden de ideas, alertamos a los pueblos del mundo ante el rebrote de la xenofobia y aporofobia, los discursos y crímenes de odio y la intolerancia en general, incubada por movimientos neofascistas y neonazis que se encuentran cobijos en partidos y gobiernos ultraconservadores y de extrema derecha.

La humanidad que hoy nos ve y nos escucha tiene derecho a saber que, en las condiciones más extremas aquí resumidas, nuestro pueblo no se ha rendido, muy por el contrario, ha construido su camino para la consolidación de la paz social, la recuperación económica y el fortalecimiento de la democracia.

Conocemos en carne propia la adversidad y los milagros que pueden hacer la voluntad y el esfuerzo propio. Por eso, desde la experiencia concreta hemos construido consensos en torno a la paz social y política, hemos puesto en marcha un plan económico para enfrentar el bloqueo, creando nuevas fuentes de riqueza como el turismo, la industrialización nacional, el emprendimiento y el desarrollo agrario. Por primera vez en 120 años estamos produciendo el 80% de lo que consumimos, con lo cual podemos afirmar que estamos en condiciones de sumar esfuerzos para enfrentar las grandes amenazas que se ciernen sobre el mundo.

Siendo una de las principales potencias mundiales en materia petrolera y gasífera, Venezuela puede y quiere ser útil como miembro de la OPEP en esta emergencia energética que se viene arrastrando desde hace una década y que afecta profundamente al sistema de precios y suministros, e impacta a los países más pobres y también a los más ricos.

La pandemia del Covid 19 y el conflicto entre Ucrania y Rusia agravan la situación de manera dramática, pero más allá de esta postura histórica de garantizar como productor insustituible el equilibrio energético que demanda la comunidad internacional, nos ocupa el impacto de los diferentes conflictos mundiales en la seguridad alimentaria.

Venezuela posee 30 millones de hectáreas cultivables y estamos convencidos de que son un retorno a la agricultura sustentable, puede servir para ayudar a superar el hambre y la pobreza mundial. Ponemos sobre la mesa nuestras potencialidades y nuestra firme convicción de trabajar activamente en la búsqueda de soluciones globales.

Sin lugar a dudas a todas las naciones nos acechan diversos problemas, cada cual de una complejidad y gravedad tan profundas que sería difícil jerarquizar. Tal vez de todos ellos, uno de los más imperiosos sea el de la paz y la seguridad mundial, hoy severamente horadadas, acontecimiento al que han hecho mención todos los que me han antecedido en la palabra.

Independientemente de las posturas ideológicas debemos convenir en la necesidad de priorizar el restablecimiento del camino diplomático, del diálogo político por encima del enfrentamiento militar. La humanidad no sobrevivirá a una guerra mundial. Por tanto, a nadie conviene una escalada bélica en ninguna parte del mundo.

Para mi país, un pueblo que jamás ha participado en un conflicto armado internacional no existe otro camino que la paz, la justicia y la confianza, el respeto del derecho internacional. Suscribimos por tanto la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador, que aboga por la creación de una Comisión Internacional para facilitar el diálogo soberano entre Rusia y Ucrania, y nos ponemos a la orden para facilitar sus condiciones.

Rechazamos todas las provocaciones militares y sanciones económicas injerencistas que se han tomado contra Rusia, así como la campaña de odio desatada en detrimento del pueblo eslavo, por considerar que estas acciones lejos de sumar a la paz azuzan el fuego de la guerra.

No existe a los ojos de mi patria y estoy seguro de coincidir con el juicio de los pueblos, guerras buenas y guerras malas; a partir de la invasión de Estados Unidos a Afganistán en el 2001 se quebró la confianza internacional y se agudizaron las contradicciones propias de una lógica imperialista y supremacista. Desde entonces hemos visto la sangre correr impunemente por Irak, Yemen, Haití, Somalia, Libia y Siria por sólo nombrar algunos hitos de esta vergonzosa tragedia que está dando al traste con el indispensable derecho internacional.

No obstante, lo dicho en Venezuela tenemos razones para ser optimistas. Y es que hemos aprendido a confiar en los pueblos y en su inteligencia, en su benevolencia, en su apego por la justicia y la verdadera vida. Pero es preciso reconocer que el orden mundial dominante enfrenta múltiples crisis que compiten en su potencial letal, confluyen y se articulan entre sí.

La crisis climática agrava la crisis alimentaria, la crisis sanitaria profundiza la crisis social, la crisis energética recrudece la crisis económica, y esta última pone en peligro la paz mundial. Y transversalmente a todo ello opera la no menos perniciosa crisis de la verdad, hoy acrecentada por la contaminación informativa y las fake news.

Nos enfrentamos a un régimen de representación, tergiversación y supresión de la realidad, que impone el algoritmo de las nuevas tecnologías de la comunicación a conveniencia de los más poderosos.

La manipulación de la información y de las emociones es sólo parte del problema, asistimos a un estado global de vigilancia y control digital que violenta los derechos ciudadanos a la privacidad, a la información veraz, convirtiendo nuestras democracias en infocracias, como afirma el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en su más reciente libro.

La muerte de la verdad es el síntoma más claro del declive de una civilización y el preámbulo de la conflictividad perpetua. No permitamos que sucumba la verdad en el momento histórico que más posibilidades tenemos de aplicarla junto con la razón y la sensibilidad como antídoto el colapso.

Los pueblos de América, de Europa, de Asia, de África y Oceanía sabemos que, en esta crisis multidimensional por su carácter trascendente y definitivo, nos corresponde enfrentarla con humanidad yendo al fondo del problema. ¿Dónde está la falla telúrica que hace temblar el edificio del orden imperante? En la crisis del modelo civilizatorio occidental supremacista imperialista, que niega, ataca e intenta suprimir al otro a la diferencia, y que no reconoce otros modelos, otros paradigmas políticos, económicos, religiosos y culturales ajenos al suyo.

A despecho de la arrogancia occidental estamos viviendo un cambio de la época post imperial y el norte del mundo tiene que reconocer que el orden reinante unipolar y colonialista no está capacitado para responder satisfactoriamente a los problemas y necesidades que él mismo ha creado en perjuicio de la humanidad, de la vida animal y del planeta. Este último es desde nuestra cosmovisión originaria el ser vivo más explotado, vulnerado y destruido por el capitalismo en todas sus fases históricas.

No estamos haciendo una reflexión ideológica nada más, la crisis climática ya es irreversible, podría ser la constatación de que es inminente cambiar de modelo.

El norte del mundo tiene que aceptar el surgimiento indiscutible de nuevas potencias y nuevos liderazgos como el de China, Rusia, India, Irán, Turquía. Tienen que abrirse a la posibilidad de hacer parte de un mundo multipolar, pluricéntrico y libre de hegemonismos.

Es urgente un cambio ético en las viejas potencias a favor de la construcción de un nuevo mundo común sin colonizados ni colonizadores, donde se trabaje conjuntamente las soluciones de nuestros pueblos.

No hay tiempo para la prepotencia, no hay tiempo para las confrontaciones y escaramuzas inútiles. Hace 207 años en circunstancias muy singulares, el Libertador Simón Bolívar en la profética Carta de Jamaica invocaba la sensatez de occidente, cito: “Y la Europa civilizada, comerciante y amante de la libertad permite que una vieja serpiente por sólo satisfacer su saña envenenada, devore la más bella parte de nuestro globo”, y seguía interpretando Bolívar “está la Europa sorda al clamor de su propio interés”. Y el presidente Nicolás Maduro se pregunta, ¿está sorda la dirigencia europea y norteamericana? Nos preguntamos hoy nosotros al borde de una crisis que podría ser la última para la humanidad.

Venezuela hace votos para que en esta Asamblea se escuche a la razón, a la sensatez, a la prudencia. Y se reconozca y respeten los derechos de los pueblos del mundo, y se enmiende la injusticia que se comete contra el pueblo saharaui y el pueblo palestino, al negárseles el derecho de tener una patria.

Hacemos votos para que se ponga fin a las ilegales sanciones económicas y persecuciones políticas en contra de Nicaragua, en contra de la hermana Cuba, de Irán y de Rusia. Hacemos votos porque se repare al pueblo argentino y se le restituyan sus derechos sobre Las Malvinas, arrebatadas a sangre y fuego por la lógica imperial que venimos denunciando.

Sólo el diálogo puede, sólo la palabra y la razón compartida entre iguales podrá construir y levantar los puentes que necesitamos para zurcir las heridas y dejar atrás los abismos que causan vértigo y temor en la humanidad.

Con esa fe escribo este mensaje, no para cumplir el protocolo de la Cumbre, pues tengo la mirada puesta a las calles donde los hombres y mujeres de a pie de New York, de Estambul, de Londres, de Damasco, de Ramallah, de Teherán, Ciudad del Cabo, de Moscú, de Beijing, de Managua, de La Habana, de Caracas y de muchas más que esperan, no respuestas sino el llamado a ser parte de la construcción de una nueva humanidad. Y porque creo en el poder de la palabra, y porque creo en ese hombre, en esa mujer que se niega a renunciar a la esperanza.

Confío en que esta convocatoria no caerá en el vacío. Tengamos la sensatez de reconocer el fin de este modelo global hegemónico y armémonos de entusiasmo necesario para fundar un nuevo mundo multicéntrico, pluripolar, intercultural y equilibrado. Cambiemos lo que tenga lo que tenga que ser cambiado y tengamos el coraje de renacer de cara a los nuevos tiempos y los nuevos desafíos. Otro mundo, otra vida no sólo es posible, sino que hoy más que nunca son urgentes.

En Caracas, 24 de septiembre de 2022.

Nicolás Maduro Moros.