El amor vuela de noche y anida en otro abril cualquiera - MPPRE

El amor vuela de noche y anida en otro abril cualquiera

A finales de este mismo mes de abril, pero del año 2006, escribí una nota que envié al comandante Chávez en la que argumentaba las razones por las cuales me atrevía a darle carácter de contradicción estructural de nuestra política exterior a la pertenencia de Venezuela a la Organización de Estados Americanos (OEA).

«La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida».

José Martí

A mi hermano y amigo Rolando Corao

En la nota que envié al comandante explicaba que consideraba que tal hecho negaba nuestra condición de república bolivariana, generando una incompatibilidad identitaria que en los hechos significaba una afrenta al libertador Simón Bolívar. Además de esto, alegaba las conocidas razones de orden político que establecían el contrasentido que emanaba de la historia de esta institución en relación con las normas fijadas en el propio preámbulo de nuestra Constitución que, entre otros asuntos, propone impulsar y consolidar la integración latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos. Todos estos puntos de vista concluían fundamentando la necesidad de la inmediata salida de Venezuela de tan desprestigiada organización. Un año después, en mayo de 2007 escribí un artículo titulado ‘Salirnos de la OEA es lo único congruente con el ideal bolivariano’, en que ya de manera pública exponía objeciones y expresaba mi repudio a la membresía de Venezuela en la OEA. Para no repetir argumentos, voy a copiar algunos párrafos de dicho escrito. Después de presentar el contexto de su surgimiento y los objetivos iniciales de su propuesta originaria, explicaba que el fin de la segunda guerra mundial modificó las circunstancias que habían permitido desarrollar la política del ‘buen vecino’ por parte de Estados Unidos en su relación con América Latina, a partir de lo cual se había desatado una feroz persecución anticomunista, que agrupaba todo tipo de actividad democrática y de defensa de la soberanía, lo que tenía su epicentro en las acciones que el senador Joseph McCarty desarrollaba dentro del propio Estados Unidos, rotulando y dando a partir de ello el trazado que habría de seguir la OEA: «Se reservaron para Washington la sede e iniciaron una ‘diplomacia regional’ a través de la amenaza, el chantaje, la coerción y la extorsión de Gobiernos que además no mostraban gran interés en oponerse a ello. Vale decir que el año anterior, en Río de Janeiro, se había creado el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) como instrumento militar hegemónico controlado por Estados Unidos para asegurarse la lealtad de las Fuerzas Armadas de los países latinoamericanos en su confrontación estratégica con la Unión Soviética». A continuación, hacía una revisión histórica de la imposición de las ideas panamericanas sustentadas en la doctrina Monroe en contraposición a las ideas bolivarianas de integración latinoamericana y caribeña que habían sido magistralmente completadas por José Martí en su ensayo ‘Nuestra América’ de 1891 y la conferencia ‘Madre América’ en 1899 que dieron continuidad y sustento al ideal bolivariano cuando ya fenecía el siglo XIX. Recordaba que a partir de ese momento y «…durante los siguientes 55 años se realizaron ocho conferencias interamericanas, dos conferencias interamericanas extraordinarias, tres reuniones de consulta de cancilleres y una conferencia sobre conciliación y arbitraje. Sería largo referirse a cada una de ellas para patentizar con ejemplos la actitud soberbia y prepotente como Estados Unidos ejerció su dominio en la región, sin embargo un elemento común ha sido las intervenciones militares como instrumento de dominio siempre presente». Sin embargo, era menester también recordar que: «A pesar de las presiones, la visión bolivariana se mantenía activa. Hubo intentos de prolongar las ideas del Congreso de Panamá, para lo cual algunos países de la región —sin Estados Unidos— se reunieron en Lima en 1847-48, otro Congreso americano se llevó a cabo en Santiago de Chile en 1864.  Muchos pensadores desde diferentes posiciones y doctrinas se propusieron dar continuidad a la posibilidad de crear la Patria Grande al sur del Río Bravo. Entre ellos, vale destacar al argentino-chileno Francisco Bilbao, al uruguayo José Enrique Rodó, los argentinos Juan Bautista Alberdi, Juan Manuel de Rosas y Felipe Varela, el puertorriqueño Eugenio María de Hostos, el hondureño Francisco Morazán, el colombiano José María Torres Caicedo y José Martí, el apóstol de la Independencia de Cuba, quienes reivindicaron la idea unionista  en nuestro continente». En aquel momento, rememoraba la historia de agresiones de Estados Unidos contra nuestros pueblos, todas avaladas por la OEA,  y me preguntaba: «¿Cómo es posible que formemos parte de ese ministerio de colonias?  La única política coherente es salirnos de ese engendro imperial, ampliar el ALBA, fortalecer Unasur y participar activamente —como lo estamos haciendo— con propuestas e  iniciativas que recojan el espíritu de Bolívar, más allá de las diferencias coyunturales que hoy podamos tener con algunos de los Gobiernos de la región». Finalmente, basado en el pensamiento de Simón Bolívar me atrevía a proponer que, en el futuro debía crearse una nueva estructura de integración que «… debe dar continuidad al ideal bolivariano, […] recoger la idea del libertador expresada en carta a Santander en 1825. ‘Yo creo que los americanos no deben ser aceptados en el Congreso de Panamá’, eliminar las hegemonías y sustentarse en principios que rescaten, en primer lugar, los sentimientos de humanidad, de solidaridad y amistad entre nuestros pueblos. Debería considerar las grandes diferencias en extensión, población, tamaño de las economías y grados de desarrollo para que la contribución que cada quien haga sea acorde a esta situación. La nueva organización no puede tener un carácter superestructural porque la verdadera integración es la que hacen los pueblos y para ella debemos trabajar». Hoy, finalmente Venezuela se retira de la OEA, debió haber sido mucho antes, creo que el momento adecuado fue inmediatamente después del 15 de diciembre de 1999 cuando el pueblo aprobó abrumadoramente la nueva Constitución que le daba al país una nueva identidad vinculada a la figura del libertador. Ahora, veinte años después, las condiciones son otras, Estados Unidos ha puesto al mundo y en particular a nuestra región al borde de una hecatombe, no solo por la permanente posibilidad de la guerra y la agresión, sino porque ha legalizado el delito, la violación del derecho internacional, además de establecer relaciones internacionales basadas en la fuerza, la amenaza, el chantaje, la prepotencia, la mentira y la imposición. Nos vamos de la OEA, pero, tal vez por primera vez en la historia, debemos manifestar nuestra gratitud a Estados Unidos y a Luis Almagro por crear las bases para destruir ese excremento propio de unas relaciones internacionales anacrónicas que se pretenden resucitar con otro formato más anacrónico aún, que tuvo su origen en Lima, Perú, país en el que sus últimos cinco presidentes han sido perseguidos por la justicia, han estado en prisión, uno de ellos se suicidó para evadir la justicia, mientras que el actual —que nadie eligió— ya está comenzando a ser investigado. En fin, esta nueva organización tiene su cuna en un país que Estados Unidos pretende mostrar como ejemplo de democracia, cuando la realidad muestra que desde 1990, no es más que un prostíbulo de la misma. En su afán de desconocer la estructura del sistema internacional para crear otro, aún más subordinado a los intereses imperiales, Trump, Pence, Bolton y Pompeo no escatimaron en llevarse por delante a la OEA, incapaz de aplicar al pie de la letra los dictados de Washington. En palabras de Sir Ronald Sanders, embajador de Antigua y Barbuda ante la Organización de Estados Americanos y Estados Unidos, después de la aberrante votación que impuso al embajador de un Gobierno fantasma como representante ante el organismo multilateral, de lo que se trata es de «vender o salvar el alma de la OEA». El experimentado diplomático opinó en un artículo publicado en el periódico Daily Express de Trinidad y Tobago que: «La Organización de Estados Americanos (OEA), es una institución rota, destrozada el 9 de abril durante una reunión de su Consejo Permanente. Ahora es una organización cuya membresía está profundamente dividida y entre quienes predomina la desconfianza y el resentimiento», y continúa: «La reunión se llevó a cabo, después de semanas de esfuerzo por parte de Estados Unidos y la mayoría de los miembros del llamado Grupo de Lima [sic] para garantizar la adopción de una resolución que depusiera al representante del Gobierno de Nicolás Maduro y lo reemplazara por el candidato nominado por Juan Guaidó. Guaidó es el autoproclamado ‘presidente interino’ de Venezuela y es reconocido por aproximadamente 50 entre más de 200 Gobiernos en el mundo». Más adelante el también destacado periodista resaltó que «tomó mucho tiempo para que los 14 países centrales [sic], atrajeran el apoyo de otros cuatro, en gran parte porque la manera en que el Consejo Permanente impulsó la resolución impugnó el derecho internacional, la Ley y las normas de la OEA. Los Gobiernos tuvieron que buscar profundamente para equilibrar la indiferencia hacia la integridad de la OEA como institución y el deseo de ayudar a los países que estaban decididos a reconocer al representante de Guaidó». El eminente académico, profesor en su país e investigador principal en el Instituto de Estudios de la Commonwealth  de la Universidad de Londres explica que «…en lugar de tratarse de Maduro/Guaidó y Venezuela, la reunión se centró en vender o salvar el alma de la OEA; se trataba de ignorar las normas internacionales y la estructura de la Organización para apoyar los propósitos políticos de corto plazo de unos pocos; y fue sobre todo, el debate sobre el mantenimiento de la integridad de la OEA». Concluyó señalando que «al final la votación, aprobada por mayoría simple, fue resumida muy bien por el embajador de México, Jorge Lomónaco Tonda, diciendo que no hubo ni ganadores ni perdedores; solo perdedores» y el mayor perdedor fue la OEA. Sanders remata contundente: «Lo que logró el apresurado proceso es deteriorar a la OEA como institución, contaminando su estructura y gobierno, dañando las relaciones entre los estados miembros y convirtiéndola en inepta para su propósito…». La OEA nació en Bogotá el 30 de abril de 1948 y falleció tras el homicidio perpetrado por Trump, Pompeo y Almagro el 9 de abril de 2019. No es la muerte que hubiéramos deseado, pero América Latina y el Caribe se ha liberado de un ente asesino de miles, tal vez millones de ciudadanos de toda la región. En abril, el 27 también Venezuela se retira de este antro donde nunca debió estar. Todo esto trae a mi memoria la canción ‘Acuérdate de abril’ del trovador cubano Amaury Pérez. Así, pareciera que la OEA le dice a Venezuela «acuérdate de mí, no me abandones tan solo, que este abril me desespera» y Venezuela le ha contestado «no olvides que el amor vuela de noche y anida en otro abril cualquiera». Otro abril cualquiera como aquel de 1810 cuando el pueblo de Caracas expresó su voluntad de iniciar la lucha por la independencia total del dominio español, o el de 2002 cuando ese mismo pueblo en alianza con su fuerza armada restituyó en el poder a su presidente que había sido destituido del mismo gracias a la felonía de la oligarquía local subordinada a Estados Unidos. Habrá ahora que sumar este abril de 2019, cuando nos desligamos del ministerio de colonias de Estados Unidos para seguir trazando el camino de la independencia y la soberanía, de la dignidad y el honor. Sergio Rodríguez Gelfenstein