Misión Robinson, el poder de la educación sin exclusiones | Por Francis Zambrano Espinoza - MPPRE

Misión Robinson, el poder de la educación sin exclusiones | Por Francis Zambrano Espinoza

Cuando decía que los hombres y las mujeres deben prepararse para el goce de la ciudadanía, el maestro latinoamericano Simón Rodríguez sabía que no podía existir república libre sin educación popular. Esas banderas son las mismas que levantó en Venezuela hace 20 años la Misión Robinson, que toma de este filósofo, no sólo su seudónimo, sino también su visión de la educación como herramienta liberadora e integradora.

El 1 de julio de 2003, comenzaba la historia de esta política integral, que sanaba una de las heridas dejadas por la exclusión promovida en Venezuela durante el siglo XX. En la década de 1990, 2 millones de personas eran analfabetas, cifra que equivalía a casi 9% de la población mayor de 10 años.

Era un síntoma del país que el comandante Hugo Chávez había recibido el 2 de febrero de 1999, con 60% de pobreza, 27% de pobreza crónica y 8% de pobreza estructural. Frente a ese panorama, urgía volver a los principios de Rodríguez. Así, comenzaba el camino de Misión Robison, que abrió paso a la Misión Ribas, dirigida a culminar estudios de secundaria, y Misión Sucre, para la formación universitaria.

“Yo sí puedo”

Luego de superado el tormentoso año 2002, marcado por un golpe de Estado conjurado en 47 horas y un sabotaje a la industria petrolera, el Presidente tuvo la oportunidad de emprender un conjunto de planes para elevar las capacidades educativas de las y los venezolanos.

Por eso el 1° de julio de 2003 creó una política social llamada Plan Extraordinario de Alfabetización ”Simón Rodríguez”, mejor conocido como Misión Robinson. Se basó en el plan de alfabetización cubano “Yo sí puedo”, ideado por la educadora Leonela Relys a solicitud del comandante Fidel Castro.

Con la misma, el Gobierno buscaba sacar del oscurantismo a esos más de 2 millones de analfabetas, asumiendo este compromiso pedagógico, entre otras razones, para cumplir con el artículo 102 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela -que establece a la educación como un derecho humano fundamental, gratuito y obligatorio-, pero con el objetivo también de proveerles un instrumentos contra la dominación y la exclusión.

“Yo sí puedo” consiste en un método pedagógico basado en 65 lecciones para aprender a leer y escribir, que consta de una cartilla, un televisor y un VHS a través de los cuales un facilitador imparte unas videoclases en las que se establece una relación entre los números, generalmente conocidos y manejados por las personas, y las letras, desconocidas por quienes no saben leer ni escribir.

Esta misión estuvo inspirada en los principios de equidad, igualdad de género, así como en el respeto a todas las corrientes del pensamiento. La finalidad fue desarrollar el potencial creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una sociedad democrática.

Operación titánica

El programa inició con un plan piloto en las entidades centrales del Distrito Capital y los estados Aragua, Miranda y Vargas (hoy, La Guaira), que impulsó la conformación de la Comisión Presidencial de Alfabetización, liderada por el capitán retirado Eliézer Otaiza, entonces presidente del Instituto de Cooperación Educativa (Ince). Esa instancia logró conformar un ejército de facilitadores, civiles y militares, que se desplegaron en una operación nacional por todas las zonas rurales y urbanas del país.

Al arrancar la Misión Robinson, Otaiza refirió que quienes se pusieron en primera fila como facilitadores estaban convencidos de este camino y son “quienes están dispuestos a poner corazón para que todo salga muy bien”.

Ellos atravesaron montañas y llanos, desiertos y ríos; con camiones, carros, autobuses, lanchas, canoas y cuanto vehículo permitió llegar hasta los más apartados rincones del país donde hubiese un analfabeta para enseñarlo a leer y escribir, teniendo como principio el humanismo y la atención directa a los más desposeídos.

La Misión Robinson llegó además hasta los pueblos originarios que habitaban los estados Amazonas, Anzoátegui, Apure, Bolívar, Delta Amacuro, Monagas, Sucre y Zulia. Para ello, el método “Yo sí puedo” se tuvo que traducir a las lenguas originarias jivi, ye´kwana, kariña y warao.

La población penitenciaria también estuvo incluida en esta política educativa del gobierno nacional.

Pero, los encuentros pedagógicos entre los facilitadores y sus aprendices no se limitaron a alfabetizarlos. La política era más integral y detectó problemas de salud que hubiese en el hogar y, en paralelo, se organizaron operaciones de cataratas y labio leporino, entre otras.

Tierra liberada

Con dos años de ejecución, en 2005, la Misión Robinson logró alfabetizar a un millón 482 mil 543 venezolanas y venezolanos –más de 96% de la población mayor de 15 años de edad que no sabía leer ni escribir-, con lo cual el índice nacional de analfabetismo se redujo a menos de 1%.

Ese logro le valió a Venezuela el reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como Territorio Libre de Analfabetismo, el 28 de octubre de ese mismo año. Esa conquista también fue reconocida por la Comisión Económica para América Latina (Cepal) y otras instancias internacionales.

Pero la Misión Robinson no se limitó a alfabetizar. Cinco meses después de creada, en octubre de 2003, emprendió la tarea de formar en la educación básica a través de la Misión Robinson II, fase llamada “Yo sí puedo seguir”, para afianzar los conocimientos adquiridos.

Los éxitos fueron tales que otros países quisieron brindar las mismas oportunidades a sus poblaciones excluidas. Así, en 2006, la Misión Robinson salió hacia Bolivia, con facilitadores venezolanos y cubanos, y en mayo de ese mismo año hacia Nicaragua, con la intención de alfabetizar a 870 mil nicaragüenses en 28 meses.

Más adelante, en 2006, la Misión Robinson estrenó su fase III, para impulsar círculos de trabajo que buscan estimular el hábito de la lectura y la comprensión sociopolítica. Nueve años después, se creó la fase Robinson 2 “Productiva”, bajo el impulso del presidente Nicolás Maduro, para capacitar a la población en oficios productivos con los que desarrollen proyectos de emprendimiento apoyados con créditos del gobierno bolivariano.

Hasta el año pasado la Misión Robinson había graduado a 3 millones 278 mil 617 personas, de acuerdo con el Ministerio del Poder Popular para la Educación, ente del Ejecutivo Nacional que rige esta política de inclusión social.

Detrás de esa cifra está un compromiso con la formación de hombres y mujeres para el goce de la ciudadanía, que tanto defendió Samuel Robinson. Lo dijo el propio comandante Chávez durante el acto de graduación del Plan Piloto de la Misión Robinson II, en 2007: “Más que mil autopistas y más que mil viviendas es importante un ser humano que aprenda para que vuele libre (…) Si queremos acabar con la pobreza demos poder al pueblo y el primer poder es la educación».